Una noche dolorosa

Por: Perla Antonela Fernández

Ayer no fue cualquier día para mí, que soy una hincha más de El Más Grande, me levanté y como siempre miré el poster que tengo del plantel en mi habitación y le sonreí como todas las mañanas.

Esperaba que las horas pasaran mirando programas en los canales de deportes donde hablar de River era moneda corriente, las opiniones eran duras y críticas, desde mi punto de vista muchos periodistas por no decir todos son Anti River, porque siempre hay algunos contados con los dedos de la mano que defienden al Club. Pero pese a esto yo me sentía esperanzada, de que los gladiadores que tantas veces me habían hecho delirar de alegría iban a realizarlo otra vez.

Llegaron las ocho de la noche,  con la camiseta puesta me senté en el mismo lugar de siempre donde miro los partidos, el comedor de mi casa, puse el celular al lado de mio para enseguida poner en mi facebook y twitter cada gol u opinión que se me ocurriera manifestar durante el partido.

El referí toco el silbato, la pelota empezó a rodar y el relator de siempre (se sobreentiende de quien hablo) comenzó a hablar negativamente de River, lo que generó que por más que soy una mujer los insultos empezaron a salir a borbotones de mi porque no soportaba la semejante subjetividad de esta persona.

Llegó el gol de Mercado, lo grité con todo, es más hasta sentí picazón en la garganta, no me quede tranquila con esto esperaba que algún gol más viniera y como en todos los partidos canté todas las canciones de la hinchada a los gritos como si estuviera en la cancha, sin importarme que existen al lado de mi casa los vecinos, en esos noventa minutos de euforia, reconozco que pierdo la cordura,

El segundo tiempo y los pelotazos que no entraban me empezaron a preocupar, los minutos pasaban, no pegabamos una al arco, de la desesperación cada vez gritaba más fuerte, olvidándome que los jugadores jamás podrían escucharme, me paré y volví a sentarme en la silla infinidad de veces de los nervios y cuando faltaban los últimos minutos sólo les gritaba: "Por favor chicos aguanten que ya no queda nada y tenemos que ganar".

El gol de Juan Aurich llegó ahí en el último instante para rompernos la ilusión, el dolor instantáneamente se apoderó de mi, mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude evitar llorar de bronca sentí que era más que injusto ese resultado, veía que los jugadores habían puesto garra y corazón en cada pelota, se había dominado todo el partido, no encontraba esta vez mucho que reprochar.

Facebook y Twitter terminaron de destruirme ver como los de la Ribera gozaban de nuestro empate con sus estúpidas cargadas y en ese momento estallé de bronca, llorando desconsoladamente, agarré mi celular, escribí un estado en el cual reflejé todo el amor que siento por La Banda para demostrarles así lo distintos que somos que en el peor momento no abandonaba que al contrario mi amor por los jugadores era aún más fuerte.

Miles de imágenes se me vinieron a la mente de esas glorias que supimos vivir, recordé los 113 años de historia en un instante, los 54 títulos profesionales, las veces que vi el Monumental y no pude evitar sentir esa mezcla de emoción y orgullo de saber que soy hincha del Más Grande Lejos sin importarme lo que digan. Estoy con River en las buenas, malas y siempre.